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Artículo original:

Sansotta N, Peroni DG, Romano S, Rugiano A, Vuilleumier P, Baviera G. The good bugs: the use of probiotics in pediatrics. Curr Opin Pediatr. 2019;31:661-9.

RESUMEN

Reciente artículo de revisión que evalúa la evidencia científica en el empleo de probióticos en la infancia. Los autores revisan la literatura médica, haciendo hincapié en los hallazgos contradictorios que aparecen, con frecuencia, debido a que muchos estudios incluyen a todos los probióticos por igual, generalizando sus efectos, a pesar de que los expertos insisten en que son cepa y dosis dependientes y deben utilizarse en aquellas indicaciones que han demostrado en ensayos clínicos su eficacia y seguridad. Por ello, repasan las principales cepas que han sido avaladas por las diferentes guías de práctica clínica y sociedades científicas en las principales patologías donde hay mayor evidencia de su utilización en Pediatría: diferentes tipos de diarrea, trastornos funcionales digestivos, enterocolitis necrotizante, alergia alimentaria, incluyendo futuras aplicaciones como el hígado graso no alcohólico.

PERLAS CLÍNICAS

  1. ¿Tiene evidencia científica el empleo de probióticos, prebióticos y simbióticos?
  2. Es fundamental recalcar que, para que exista evidencia de que la administración de una cepa probiótica específica o un prebiótico o de mezclas de ellos pueda ser beneficioso para la salud o pautarse como tratamiento de una determinada enfermedad, es necesario que cumplan una serie de condiciones clínicas que estén respaldadas por ensayos clínicos bien diseñados y con suficiente poder estadístico.

  3. ¿Todos los preparados etiquetados como probióticos son eficaces?
  4. Los probióticos pueden administrarse como parte de un alimento, como medicamentos y como suplementos dietéticos. En el mercado español (farmacias, parafarmacias, venta online, etc.) existe una amplia gama de productos que contienen probióticos, prebióticos o simbióticos, solos o en combinación con otros componentes. Pero no todos estos preparados son eficaces. Para su valoración vamos a seguir la Guía de la Organización Mundial de Gastroenterología sobre Probióticos y Prebióticos (WGO), que especifica lo que debe expresar en la etiqueta para que el profesional prescriptor y dispensador y también el consumidor entiendan cuál es el beneficio de un producto con organismos probióticos: designación del género, la especie y la cepa con nomenclatura específica consistente con los nombres científicos reconocidos actualmente; recuento de microrganismos viables de cada cepa; condiciones de almacenamiento recomendadas y seguridad de las mismas; y dosis recomendada para la inducción del efecto beneficioso y descripción del mismo.

  5. ¿En qué enfermedades se pueden emplear?
  6. Cada vez se da mayor importancia a la modulación de la microbiota intestinal mediante el empleo de probióticos para tratar diversas enfermedades, principalmente gastrointestinales, como diferentes tipos de diarreas (de la comunidad, asociadas a los antibióticos, del viajero, intolerancia a la lactosa, etc.), trastornos funcionales (cólico del lactante o síndrome del intestino irritable) o procesos inflamatorios (colitis ulcerosa). Además, se utilizan con éxito en diversas patologías de la mujer (vulvovaginitis y mastitis) y se ha valorado su efecto en las alergias como la dermatitis atópica y en la prevención de infecciones (desde el recién nacido prematuro hasta el anciano).

  7. ¿Cuáles son las nuevas líneas de investigación y posibles aplicaciones clínicas en un futuro?
  8. Las investigaciones en animales de experimentación y en humanos abren la puerta a futuras aplicaciones con la suplementación de estos organismos. Hay estudios que apoyarían su utilización en problemas nutricionales (obesidad, malnutrición), enfermedades neurológicas y alteraciones del comportamiento (autismo, depresión, ansiedad), en la enfermedad periodontal y la prevención en varios tipos de cáncer. También se está avanzando en las repercusiones que la alteración de la microbiota puede tener en la aparición de enfermedades cardiovasculares, arterioesclerosis, diabetes, hipercolesterolemia, síndrome metabólico, etc.

APUNTE METODOLÓGICO

Se trata de un artículo de revisión poco actualizado y que no aporta nada a otros muchos similares. No creo que se pueda hablar de evidencia científica sobre el empleo de probióticos en Pediatría sin tan siquiera nombrar la Guía de la Organización Mundial de Gastroenterología sobre Probióticos y Prebióticos1, donde la mayoría se reflejan y única que va actualizándose periódicamente y con unas indicaciones específicas para la patología pediátrica. También se echa en falta su opinión sobre los artículos recientes de The New England Journal of Medicine (NEJM)2,3 sobre su uso en la diarrea infantil y que ha provocado una gran controversia, tanto entre los profesionales como en los consumidores.

EN PERSPECTIVA

  1. La mayor evidencia sobre la eficacia de los probióticos ha sido descrita para el tratamiento de la diarrea, estimándose que el 40% de sus usos es en esta patología. Los numerosos ensayos clínicos y metanálisis son recogidos en las diferentes guías de práctica clínica que sugieren que las cepas con mayor nivel de evidencia científica son Lactobacillus rhamnosus GG y Saccharomyces boulardii CNCM I-745. Los artículos de NEJM, aunque metodológicamente parecen muy bien diseñados, adolecen de un defecto muy importante: el inicio tardío de la terapia con probióticos. La mayoría de los niños fueron reclutados cuando llevaban más de 2 días con diarrea. Este dato ha sido muy cuestionado, ya que las guías de práctica clínica recomiendan su uso en las primeras 24-48 para que sean efectivos4.
  2. Diferentes metanálisis realizados han podido demostrar que los probióticos en combinación con antibióticos reducen el riesgo de diarrea asociada a los mismos. No hay, por el momento, estudios concluyentes para recomendar de manera rutinaria el empleo conjunto de probióticos y antibióticos, aunque algunas cepas, principalmente Saccharomyces boulardii CNCM I-745 y Lactobacillus GG, han demostrado su eficacia disminuyendo su incidencia. Su administración debe realizarse al principio del tratamiento y no cuando se ha desencadenado el cuadro.
  3. Los probióticos podrían actuar, por un lado, sobre la alteración de microbiota y, por otro, mejorando la motilidad intestinal, modificando la percepción de dolor intestinal por inhibición de la contractilidad intestinal y disminuyendo la inflamación intestinal, así como inhibiendo el crecimiento de bacterias coliformes productoras de gas en niños con cólicos. Se han publicado numerosos ensayos clínicos sobre diferentes probióticos en el cólico del lactante, sobre todo de L. reuteri DSM17398, con buenos resultados, por lo que esta cepa está recomendada en la última revisión de la guía de la WGO, tanto en el tratamiento como en su prevención.
  4. Según la mayoría de metanálisis, la suplementación enteral con algunas cepas reduce de forma significativa la incidencia de enterocolitis necrotizante (NEC) grave (estadios II o mayores) e incluso en algunos de ellos apuntan a un descenso de la mortalidad. Sin embargo, no se ha observado una disminución significativa en la sepsis nosocomial o en los días de nutrición parenteral. Aunque la mayoría de los estudios utilizan lactobacilos y bifidobacterias, lo hacen con una dosificación diferente, variando además en el intervalo y la duración del tratamiento. El momento de iniciar el tratamiento con probióticos tampoco se ha establecido, dependiendo de la política de cada Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN).

BIBLIOGRAFÍA

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