Las lesiones musculares indirectas se producen por elongación y son el resultado de una fuerza intrínseca generada por una contracción repentina del músculo. Se clasifican según su apariencia en: 1) distensión muscular (grado I) que ocurre cuando un músculo es elongado hasta su límite máximo. El paciente refiere dolor grave momentáneo, sin determinar un punto preciso de mayor sensibilidad. En la ecografía se observa una zona de discontinuidad con disrupción de los septos fibroadiposos, siendo posible identificar una hendidura entre las fibras, ocupada por un hematoma. 2) Desgarro parcial (grado II): es una lesión más extensa en que el músculo es elongado más allá del límite máximo de su elasticidad y compromete más del 5% del espesor. En el momento de la lesión el paciente refiere un chasquido acompañado de la aparición súbita de dolor focal. 3) Desgarro completo (grado III): compromete el vientre completo del músculo, con una separación completa de los cabos por retracción de éstos e interposición de hematoma. En los casos más graves se produce un hematoma muy extenso e inflamación más pronunciada, que inmoviliza la región afectada¹.

La luxación del coxis consiste en la separación del coxis del sacro. La causa más frecuente es un traumatismo directo (típicamente, caer sobre la rabadilla). Los ligamentos que unen el coxis al sacro están muy bien inervados, por lo que su distensión o desgarro pueden ser muy dolorosos. Típicamente, el dolor aparece en la zona de la rabadilla, habitualmente sin dolor referido a la pierna, y es más intenso al estar sentado. Justo después de producirse la luxación, el dolor suele ser constante, aunque aumenta al aplicar presión sobre la zona o sentarse. A veces se acompaña de dolor en la zona lumbar. Su diagnóstico es clínico. Su tratamiento se basa en evitar cargar el peso sobre el coxis. Con ese fin, se recomienda evitar o reducir la sedestación, y usar dispositivos que amortigüen la carga sobre el coxis al estar sentado. Para los pacientes en los que esa pauta de tratamiento no es suficiente para mejorar el dolor, se han propuesto muchos tratamientos: la fisioterapia, la “proloterapia”, el tratamiento psicológico, procedimientos propios de Unidades del Dolor y la cirugía².

El síndrome del glúteo medio puede ser la causa del dolor localizado en la región lumbar o en la zona glútea. El glúteo medio es el principal abductor de la cadera y su función principal es la de estabilizar la pelvis durante la marcha. Su origen se localiza justo por debajo de la cresta ilíaca, entre las líneas glúteas anterior y posterior. Se palpa con más facilidad cuando el paciente se encuentra recostado de lado, con la pierna libre elevada con una ligera abducción. Las personas que sufren de un síndrome del glúteo medio suelen quejarse de dolor al caminar y al permanecer sentadas, y suelen dormir en decúbito supino y en decúbito contralateral, ya que, al hacerlo en decúbito homolateral, la presión ejercida sobre los puntos gatillo desencadena el dolor. Con infiltraciones el dolor y la patología asociada suelen mejorar, mientras que, si no se reconocen confundiéndolos con otras causas de dolor, y no reciben el tratamiento adecuado, el paciente puede desarrollar cambios fibróticos en los puntos gatillo y progresar a un dolor persistente con disminución de la función muscular³.

El tejido celular subcutáneo se divide en dos capas: superficial (red de tejido conectivo y fibras elásticas, más rígida) y profunda (más blanda). Cuando se aplica una fuerza, se produce un desplazamiento mayor del tejido celular subcutáneo de la capa profunda que de la fascia muscular, provocando la rotura de vasos linfáticos y vasculares. Esto provoca la formación de una cavidad entre las dos capas llena de líquido serohemático, que aumenta progresivamente. Según la fuerza recibida y el tipo de tejidos afectados, podemos clasificar las lesiones en: 1) lesiones de primer grado: más leves, afectan a la epidermis; 2) lesiones de segundo grado: por rotura de vasos finos intradérmicos que producen hematomas; 3) lesiones de tercer grado: afectación de pequeños vasos presentes entre las capas de tejido celular subcutáneo y la fascia muscular, que pueden asociar necrosis central de la piel, y 4) lesiones de cuarto grado: las más graves, se produce un despegamiento de la piel y consecuente hematoma, produciendo un arrancamiento de vasos principales; pueden aparecer hasta semanas después. El diagnóstico es clínico; en ocasiones es preciso realizar una RNM/ecografía. El tratamiento depende de la extensión y el grado de la lesión⁴.