La osteonecrosis es uno de los efectos secundarios más frecuentes relacionados con el tratamiento de la leucemia, que afecta negativamente a la calidad de vida de los pacientes. La adolescencia es uno de los factores de riesgo más importantes. Existen también factores de riesgos genéticos y relacionados con la obesidad. El tratamiento con corticoides es uno de los que más contribuyen a la producción de necrosis (mayor riesgo con dexametasona que con prednisona), también se ha visto asociado con el uso de asparraginasa (aumenta los niveles séricos de dexametasona) y con el de metotrexato (reduce la formación primaria de hueso al disminuir la tasa de formación de osteoblastos y aumenta la actividad de los osteoclastos). Los propios blastos por su capacidad de resorción ósea potencian este efecto secundario. El imatinib también puede influir en el desarrollo de osteonecrosis, aunque suele ser un efecto adverso poco frecuente. La prueba de elección para el diagnóstico es la resonancia magnética, ya que la radiografía simple puede ser normal en fases iniciales, mientras que la resonancia puede objetivar edema de la médula ósea en las fases iniciales de isquemia^1-4.

La osteomielitis es una infección del hueso, que se suele producir por diseminación hematógena o por contigüidad de otro foco infeccioso. Los pacientes pueden presentar fiebre y elevación de reactantes de fase aguda. La resonancia magnética es la mejor prueba para el diagnóstico de osteomielitis ya que tiene una elevada sensibilidad y especificidad para el diagnóstico, aunque es difícil distinguir otras patologías que asocian edema tisular (tumores, necrosis, fracturas…) y debido a la dificultad para su realización (necesidad de sedación en algunos pacientes, coste, escasa disponibilidad), se suele realizar en casos concretos como pacientes que no responden a la antibioterapia o en sospecha de complicaciones. Nuestro paciente no presentaba signos clínicos ni analíticos de infección, además la presentación suele ser unilateral, por lo que la osteomielitis no fue el diagnóstico de sospecha principal⁵.

La infiltración de leucemia por una recaída de su enfermedad de base sería uno de los posibles diagnósticos que plantearnos en nuestro paciente, dado que se trata de una leucemia de alto riesgo, con mal pronóstico debido a la t(9;22). El 20-40% de las leucemias cursan con dolores óseos al diagnóstico. La RM puede revelar aumento de señal en secuencia T2 con saturación grasa e hiposeñal en T1 de forma difusa, aunque este hallazgo no es específico y puede observarse en otros procesos malignos⁶.

El quiste óseo aneurismático es una lesión vascular ósea benigna de origen desconocido. Clínicamente puede cursar con deformidad ósea, dolor o fracturas patológicas. La prueba diagnóstica de mayor utilidad es la resonancia magnética ya que ayuda a detectar el contenido del quiste. Existen varias teorías sobre el desarrollo de estas lesiones, aunque la etiopatogenia es todavía desconocida. Pueden ser primarios (asociadas a alteraciones venosas focales con hipertensión venosa que puede producir expansión de la cortical o la presencia de malformaciones arteriovenosas, produciendo dilatación de los espacios vasculares), o secundarios a otra lesión subyacente que puede causar la interrupción de la vascularización ósea. La forma más frecuente es la secundaria. Los pacientes con leucemia tienen predisposición a los eventos trombóticos a consecuencia de la enfermedad y los fármacos utilizados para su tratamiento, por lo que, según las teorías mencionadas previamente, podrían tener un papel en la interrupción de la circulación ósea y la formación de quistes aneurismáticos. Sin embargo, no existen estudios que relacionen estas dos patologías, salvo casos aislados, por lo que no se encontraría dentro de las opciones principales diagnósticas⁷.