Para asegurar que no se dan conflictos de intereses y que cada parte es realizada por los profesionales más preparados, la adecuación de las medidas terapéuticas debe ser responsabilidad de los pediatras, en general de cuidados intensivos, mientras que la valoración de la adecuación del donante y la información relativa al proceso de donación debe ser responsabilidad del coordinador de trasplantes del centro.

Desde el punto de vista clínico y ético, la transición entre la adecuación de las medidas terapéuticas y la donación puede ser compleja y conflictiva, al suponer una prolongación de los cuidados al final de la vida para posibilitar la donación. Por ello, la adecuación debe ser independiente de la donación, que solo será planteada una vez se acepte aquella, que seguirá su curso, aunque no se consienta en la donación.

La adecuación de las medidas terapéuticas debe ser un estándar de calidad en los cuidados al final de la vida de los niños y debe ser planteada a los padres y aplicada por profesionales bien formados, bien sea en cuidados intensivos o paliativos. La donación suele suponer un beneficio moral para el niño que fallece, expresado mediante un juicio por representación por parte de sus padres, como una expresión del altruismo que forma parte de los valores morales de la familia.

El proceso de donación y trasplante debe asegurar que no se dan conflictos de intereses ni coacciones ni se realizan medidas que puedan hacer daño al niño, con la única finalidad de que el trasplante tenga éxito. Por ello, se ha establecido claramente que la adecuación de la terapia debe ser realizada por un equipo independiente del que vaya a realizar la extracción de los órganos y el trasplante.