Las valvas ureteropiélicas son una causa extremadamente rara de uropatía obstructiva¹. Los síntomas asociados incluyen obstrucción del tracto urinario, infecciones urinarias, hematuria, masa abdominal o dolor. El diagnóstico se basa en tres criterios: 1) pliegues transversales anatómicamente demostrables de epitelio de transición que contienen haces de músculo liso; 2) cambios obstructivos secundarios por encima de la válvula ureteral con un uréter normal distalmente, y 3) ninguna otra causa de obstrucción mecánica o funcional². En la imagen ecográfica se visualiza una banda lineal hiperecogénica que cruza la pelvis renal izquierda compatible con una valva ureteropiélica no obstructiva. El riñón presenta un tamaño, ecoestructura y diferenciación corticomedular normal. Se visualiza una dilatación de la vía urinaria grado II con un diámetro de pelvis de 5,6 mm, en rango fisiológico. La evolución clínica del paciente fue favorable. No presentó infecciones de orina y la dilatación se resolvió de modo espontáneo, por lo que no se realizaron otras exploraciones complementarias ni precisó intervención.

La estenosis de la unión pieloureteral da lugar a una dilatación de la vía urinaria grave y a complicaciones secundarias a la obstrucción del flujo urinario, como infecciones y deterioro de la función renal³. Actualmente, el diagnóstico suele realizarse en el periodo neonatal a partir del estudio prenatal de una dilatación de la vía urinaria. La presentación clínica en edades posteriores incluye masa abdominal palpable, dolor abdominal, infecciones urinarias o hematuria⁴. En la imagen, observamos una dilatación de la vía urinaria leve que no se correspondería con una obstrucción producida por una estenosis de la unión pieloureteral. Además, el riñón presenta un tamaño normal, buena ecogenidad y diferenciación corticomedular. Cabe añadir, que la ecografía no es la prueba adecuada para el diagnóstico definitivo de uropatía obstructiva, estando indicadas otras exploraciones como el renograma diurético.

En la mayoría de los casos la anatomía humana describe una sola arteria renal en cada riñón. Estos vasos se originan a nivel de la aorta abdominal y entran al riñón a través del hilio renal. Sin embargo, hay variaciones anatómicas en las que varía el número de arterias renales, sobre todo en los polos, recibiendo estas arterias el nombre de arterias renales accesorias. En cuanto a su origen anatómico, estas ramas arteriales pueden proceder de la arteria renal, de las arterias iliacas comunes, del tronco celíaco, de las arterias mesentéricas e incluso de la aorta torácica. Unas de las variaciones más frecuentes es la presencia de una rama aórtica que irriga al pielón superior del riñón derecho. La presencia de un vaso polar es la causa extrínseca más frecuente de estenosis de la unión pieloureteral. La presentación clínica característica consiste en crisis de dolor abdominal intermitente en un niño mayor o adolescente debido al acodamiento progresivo de la unión pieloureteral por crecimiento corporal y el cambio de posición del riñón y de la pelvis con respecto a los vasos renales⁵.

La duplicidad renal se produce por una duplicación de la yema ureteral en el inicio de la embriogénesis renal. Es una de las anomalías congénitas renales más frecuentes en la población general, y en muchos casos completamente asintomática y descubierta como hallazgo casual en una ecografía⁴. La duplicidad renal puede ser completa (ambos uréteres abocan por separado en la vejiga) o incompleta (ambos uréteres duplicados abocan en uno solo antes de llegar a la vejiga), siendo más frecuente esta última opción. En la imagen adjunta no existen signos indirectos de doble sistema excretor, como seno renal bífido o alteraciones segmentarias a nivel renal.