Los hemangiomas congénitos son tumores vasculares infrecuentes cuya fase proliferativa ocurre por completo intraútero y que, por tanto, están completamente desarrollados al nacer¹. No presentan una fase de crecimiento posnatal. Se distinguen dos grupos: los hemangiomas congénitos rápidamente involutivos (rapidly involuting congenital hemangiomas, RICH) y los hemangiomas congénitos no involutivos (noninvoluting congenital hemangiomas, NICH); la diferenciación entre ambos se establece con la evolución. El diagnóstico es fundamentalmente clínico. Los RICH se clasifican en tres variantes morfológicas: tumor violáceo con grandes venas con disposición radial, tumor hemisférico cubierto de telangiectasias, con halo pálido periférico, y tumor rosado-violáceo firme a la palpación. Se localizan con mayor frecuencia en la cabeza, el cuello y en las extremidades superiores, cerca de las articulaciones, y suelen involucionar por completo dentro de los 6-18 meses de vida. El NICH, que tiene carácter persistente, se caracteriza por lesiones de aspecto vascular de las que se han descrito dos variantes clínicas: una en forma de mancha, que puede tener una superficie ligeramente atrófica y que a la palpación puede presentar una leve induración o turgencia, y otra forma nodular o en placa.

La mancha salmón, también denominada nevus simplex, es un tipo de malformación capilar que se observa en un 30 a 40% de los recién nacidos. Son máculas rosadas que se localizan predominantemente en la línea media de la cabeza, sobre todo en la glabela, en la frente (conocida popularmente como el “beso del ángel”), en los párpados superiores o en la nuca (“picotazo de cigüeña”). Estas pueden tener una distribución en “V” y presentan límites imprecisos. Se hacen más evidentes con el llanto o cambios de temperatura y suelen volverse más claras y desaparecer con el tiempo, generalmente antes de los 5 años, excepto la malformación capilar en la nuca, que persiste².

El sinus pericranii es una entidad rara y habitualmente benigna. Es una anomalía venosa que presenta una comunicación entre los sistemas intra- y extracraneal a través de una red de venas de pared fina que confluye en la tabla externa del cráneo para formar una variz que se conecta con el sistema pericraneal. La localización más común es en la línea media, sobre todo a nivel frontal. La mayoría de los casos son congénitos, por probable hipertensión transitoria durante el periodo embrionario. Clínicamente suele cursar de forma asintomática y se presenta como una masa blanda en línea media del cráneo con crecimiento progresivo que aumenta de tamaño con maniobras de Valsalva y poniendo al niño boca abajo³.  Existen unos doscientos casos descritos en la literatura; la mitad de ellos diagnosticados antes de la segunda década de la vida. El diagnóstico precoz en la primera infancia es infrecuente.

Se trata de una vena finamente dilatada que se identifica como una línea azulada de 1-2 mm de grosor en el puente nasal o en la glabela. No es raro detectarla en un neonato y habitualmente desaparece en la infancia. Actualmente, en la literatura popular se la conoce como sugar bug vein (vena de azúcar o del bicho del azúcar), llamada así porque en la medicina tradicional china indicaba que el bebé era más sensible al azúcar y en el folklore era considerada como un signo de fragilidad o de mal augurio de sufrir alguna enfermedad⁴. Una vena frontonasal prominente señala la presencia de venas colaterales o emisarias procedentes de una vena de galeno anómala, indicando pequeñas variaciones individuales en el drenaje venoso, que en un neonato son más notorias por el menor grosor de la piel y su palidez y que no tienen ninguna significación patológica.