Cuando estos niños procedentes de otros países, tanto inmigrantes como adoptados, llegan sin documentos en los que se reflejen las vacunas administradas en sus países de origen, la declaración oral de los padres no debe ser considerada como prueba de vacunación.
Actualmente, sin embargo, un porcentaje considerable de esta población dispone de cartilla de vacunación, aunque se desconoce en general el estado real de inmunoprotección.
La Academia Americana de Pediatría (AAP) recomienda aceptar como válidos los documentos de vacunación aportados si las vacunas, fechas de administración, número de dosis, intervalos entre dosis y edad del niño al recibir las vacunas son comparables a los esquemas recomendados en el país receptor.
Distintos estudios han demostrado que la información verbal, no documentada (“las tiene todas puestas”), se correlaciona mal con la inmunidad real y en caso de duda es preferible administrar alguna dosis de más, ya que no se han demostrado los efectos adversos de la inmunización repetida con la mayoría de las vacunas (la excepción son las vacunas antitetánica, antidiftérica y contra la tosferina, cuya repetición puede incrementar la reactogenicidad local), y no correr el riesgo de dejar al niño parcial o totalmente desprotegido
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