Artículo original: Vagace JM, Bajo R, Gervasini G. Diagnostic and therapeutic challenges of primary autoimmune haemolytic aneamia in children. Arch Dis Child. 2014;99:668-73. |
Revisión de la anemia hemolítica autoinmune (AHAI) en la población pediátrica, con especial atención a sus aspectos diagnósticos y terapéuticos. La AHAI se define como la disminución de la concentración de hemoglobina en sangre causada por anticuerpos dirigidos contra los hematíes. Su diagnóstico se basa en la detección de la anemia mediante un hemograma, y la demostración de autoanticuerpos mediante el test de antiglobulina (Coombs). Se clasifican en secundarias (a infecciones virales, patología autoinmune, o hemopatías malignas) y primarias (por anticuerpos calientes, por anticuerpos fríos, y la hemoglobinuria paroxística a frígore [HPF]). Técnicas como el citado test de Coombs y el Donath-Landsteiner son fundamentales a la hora de realizar esa clasificación y orientar el tratamiento, basado en el uso de corticoides (siendo el rituximab y la esplenectomía medidas de segunda línea) y transfusiones cuando fueran precisas.
Es una anemia poco frecuente en la población pediátrica, con una incidencia de 0,2 por millón en menores de 20 años, a pesar de lo cual continúa siendo la causa más frecuente de anemia extracorpuscular en niños. Entre las primarias, la más frecuente (60%) es la AHAI por anticuerpos calientes (IgG), si bien la incidencia de la hemoglobinuria paroxística a frígore (HPF) podría estar infraestimada. Las manifestaciones clínicas más frecuentes son palidez, con taquicardia y soplo cardiaco; esplenomegalia en la AHAI por anticuerpos calientes, y hemoglobinuria y acrocianosis en la HPF. Los hallazgos de laboratorio incluyen anemia, elevación de lactato deshidrogenasa (LDH) y bilirrubina indirecta; reticulocitosis; y disminución de la haptoglobina sérica.
Un test de Coombs permite confirmar la causa inmunológica en una anemia hemolítica. Su positividad para IgG (con o sin participación del complemento C3d) nos daría el diagnóstico de AHAI por anticuerpos calientes. Ante la ausencia de IgG y positividad para C3d, deberemos solicitar la realización de un test de Donath-Landsteiner, cuya positividad nos permitiría el diagnóstico de HPF. La presencia de C3d, con negatividad del Coombs al emplear sueros antiglobulina monoespecíficos, haría pensar en AHAI por anticuerpos fríos (el autoanticuerpo IgM implicado se disocia fácilmente del hematíe), rara en niños.
En la AHAI por anticuerpos calientes, el tratamiento de primera línea es la corticoterapia (2 mg/kg/día, con descenso lento y gradual de dosis en varias semanas, monitorizando analíticamente la respuesta). En la AHAI por anticuerpos fríos y la HPF es fundamental, y a veces suficiente, mantener al paciente a una temperatura cálida adecuada, con hiperhidratación y control de diuresis para evitar el daño tubular renal. Puede ser necesario el uso de corticoides, aunque en este caso existe más controversia. En casos crónicos o refractarios, el uso de rituximab o la esplenectomía son opciones válidas; no hay estudios comparativos entre ambos, pero en niños menores de 5-7 años es preferible el uso de rituximab.
Una vez realizadas las pruebas analíticas citadas anteriormente, deberíamos transfundir a todo paciente inestable hemodinámicamente, y en general a todos aquellos por debajo de 5 g/dl de hemoglobina. El banco de sangre pondrá especial atención en la detección de aloanticuerpos que podrían estar presentes sobre todo en aquellos pacientes previamente transfundidos (lo menos habitual).
Esta revisión se centra en los aspectos prácticos del diagnóstico y tratamiento de las anemias hemolíticas autoinmunes en la infancia. Es la citopenia inmune en la que las pruebas inmunohematológicas juegan un papel más relevante.
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