El diagnóstico de hepatitis autoinmune se basa, por tanto, en la presencia de síntomas y alteraciones bioquímicas, autoanticuerpos, una anatomía patológica hepática compatible, la exclusión de otras entidades clínicas y la respuesta al tratamiento inmunosupresor.
En la biopsia realizada a la paciente, se observa una arquitectura hepática alterada por la presencia de proliferación de tejido conjuntivo e infiltrado inflamatorio que rompe la lámina limitante. Proliferación de conductillos que en ocasiones están dañados. Focos inflamatorios en el parénquima y hepatocitos balonizados. En conclusión, hepatitis crónica activa, grado 3/6 de fibrosis y 9/18 de actividad, compatible con etiología autoinmune.
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