Artículo original: Alroughani R, Boyko A. Pediatric multiple sclerosis: a review. BMC Neurology. 2018;18:27.
La esclerosis múltiple (EM) en la infancia (aproximadamente el 5% de todas las EM), comienza hacia los 10-13 años (<1% antes de los 10 años) Su inicio es más agresivo, con mayores síntomas incapacitantes, mayor infiltración inflamatoria y más lesiones multifocales, así como una mayor tasa de recaídas. Su progresión a la incapacidad es más lenta, por la mayor plasticidad neuronal, pero la edad a la que se alcanza la discapacidad es menor que en los adultos.
Se hace referencia especial al diagnóstico diferencial con las otras enfermedades desmielinizantes agudas: encefalomielitis diseminada aguda (las siglas en inglés son ADEM), y la neuromielitis óptica (NMO), así como el primer brote o síndrome clínico aislado. Los inmunomoduladores cambian el curso de la enfermedad, y están justificados por la alta agresividad de la enfermedad y por los estudios disponibles y en curso. Los de primera línea son el interferón-β y, con menor experiencia, el glatimerato. La escalada a fármacos más potentes, de segunda línea, como el natalizumab, se realiza en los pacientes con recaídas a pesar del uso de los previos, con tasas altas de supresión de la enfermedad y un perfil seguro, pero con muy escasas referencias publicadas.
La prevalencia de la esclerosis múltiple en los niños representa el 5% del total de pacientes afectos. La progresión de la enfermedad es más lenta, debido a la mejor recuperación tras los brotes de enfermedad por la plasticidad neuronal. La conversión a la fase de enfermedad progresiva secundaria también es más tardía. A pesar de esta evolución más lenta, la edad a la que se instaura la discapacidad es más temprana.
Además, es importante destacar que, en el niño, el daño neuronal agudo es significativamente mayor al del adulto, con mayores infiltraciones inflamatorias evidenciadas en la resonancia magnética (RM) cerebral.
Estudios retrospectivos y prospectivos indican que existen unos factores de riesgo asociados a la transformación de un primer evento desmielinizante en una EM. Estos son la mayor edad del paciente, el sexo femenino, la presencia de lesiones en tronco o con implicación hemisférica o multifocal, la presencia de anomalías previas en la RM y los criterios de RM de McDonald.
La probabilidad de que una ADEM evolucione a una EM en el futuro es mucho menor que la de un primer brote desmielinizante.
Sí, existen estudios observacionales en los que se demuestra el efecto beneficioso y la disminución de la tasa de recaídas tras el tratamiento, por lo que estaría indicado un tratamiento precoz con fármacos inmunomoduladores en la EM pediátrica.
Se consideran de primera línea el interferón-β, con mayor documentación en su uso, y el glatiramer acetato.
Si el paciente presentase recaídas a pesar de los tratamientos de primera línea, se recomienda la escalada a fármacos de segunda línea, con mayor eficacia, pero menor experiencia en su uso. El más documentado es el natalizumab, con una fuerte tasa de supresión de la enfermedad.
Los efectos secundarios observados en estos fármacos han sido similares a los que experimentan los adultos. Con interferón-β son síntomas gripales, alteración de las transaminasas y reacción en el lugar de inyección. Con natalizumab se observaron frecuentes reacciones secundarias, pero de intensidad leve y transitoria.
La debilidad principal del estudio es que la demostración de la eficacia y seguridad de las terapias de modulación de la enfermedad está basada en estudios observacionales. Actualmente están en curso cuatro ensayos clínicos controlados y aleatorizados cuyos nombres son PARADIGMS, TERIKIDS, FOCUS y CONNECT.
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