El duelo infantil es muy diferente del duelo del adulto, y presenta una expresividad variable en cada niño y edad. A menudo, la información que los progenitores proporcionan al niño sobre la muerte es escasa, tardía y equívoca, en un intento fallido de proteger al hijo del sufrimiento, lo cual impide al menor expresar sus propios sentimientos y favorece la aparición de psicopatologías presentes y futuras. Incluso en el ámbito escolar se aborda también tímidamente el concepto de muerte por parte del profesorado.
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