Artículo original:
Wolraich ML, Hagan JF Jr, Allan C, Chan E, Davison D, Earls M, et al. Clinical Practice Guideline for the Diagnosis, Evaluation, and Treatment of Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder in Children and Adolescents. Pediatrics. 2019;144:e20192528.La Academia Americana de Pediatría actualiza la guía clínica de 2011 para el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), conforme a la última revisión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, el DSM-5, concluyendo que los estudios no apoyan que haya que realizar cambios relevantes respecto de las recomendaciones anteriores. Como novedades señala la necesidad de evaluar y tratar las posibles comorbilidades, contemplar las evidencias en la evaluación, diagnóstico y tratamientos de los grupos de edad extremos (preescolares y adolescentes), y considerar el TDAH como trastorno crónico.
Señala dificultades y alternativas para que el pediatra asuma la atención al TDAH, considerando evaluación, diagnóstico y tratamiento como un proceso continuo y contando con información desde la escuela y la comunidad.
La referencia del DSM-5 para la evaluación diagnóstica; el papel del pediatra en los distintos niveles de edad y su implicación en procesos de evaluación, diagnóstico y tratamiento; la coordinación con profesionales de salud mental; la necesidad de evaluar y tratar las condiciones asociadas; y la consideración del TDAH como un proceso crónico.
La mayoría presentan al menos un trastorno comórbido, por negativismo desafiante, de conducta y de consumo de tóxicos en niños, de ansiedad y depresión en niñas. También son frecuentes trastornos del desarrollo (del espectro autista) y del aprendizaje. La comorbilidad empeora el pronóstico, especialmente en adolescentes, y este sería un escenario de posible derivación a salud mental.
Que su tratamiento requiere planes de necesidades a medio y largo plazo, similares a otras patologías crónicas, ya que los tratamientos, aunque efectivos en reducir los síntomas, no son curativos, confirmándose una elevada prevalencia de conductas de riesgo y trastornos psiquiátricos en adolescentes y adultos.
Se le considera el profesional de referencia para iniciar el proceso diagnóstico y el manejo de los cuadros leves y moderados, por su capacidad para detectarlo de forma temprana, dada su cercanía con el niño y familia. Requiere formación tanto en prevención primaria como secundaria, y la necesidad de buena coordinación con profesionales de salud mental infantil.
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