Artículo original: Campbell K, Peebles R. Eating disorders in children and adolescents: state of the art review. Pediatrics. 2014;134:582-92. |
A pesar de su prevalencia, de sus consecuencias y de la disponibilidad de tratamientos efectivos, muchos pediatras no están familiarizados con el manejo de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Cada vez es más frecuente su aparición en edades más tempranas y también en varones o en niños con historia previa de obesidad. No se ha avanzado mucho en el conocimiento de sus causas, aunque sí en cómo abordarlos. Por ejemplo, un diagnóstico y un tratamiento en estadios iniciales se asocian a un mejor pronóstico. El tratamiento ambulatorio centrado en la familia, enfocado en la recuperación del peso, la mejora de la autoestima y en devolver la capacidad de control a los padres (empowering) ha demostrado su eficacia; también la terapia cognitivo-conductual o la terapia individual. Los pediatras de Atención Primaria tienen un papel clave en el éxito del tratamiento.
Debe sospecharse un TCA en un adolescente que pierda peso (con independencia de su peso inicial); que presente retraso puberal, que tenga un enlentecimiento o detención de su crecimiento, que manifieste conductas alimentarias restrictivas o anómalas, que presente vómitos de repetición, que realice un ejercicio excesivo o que tenga problemas para ganar peso o preocupaciones sobre su imagen corporal.
Existen cuestionarios sencillos que pueden ayudarnos a discriminar la existencia de un TCA. El cuestionario SCOFF reducido es el más empleado. Cada respuesta afirmativa vale un punto; una puntuación igual o superior a dos indica probabilidad de TCA. Las preguntas del cuestionario son las siguientes:
Los nuevos criterios, que datan de 2013, han ampliado los criterios de inclusión en los diagnósticos de anorexia nerviosa y bulimia nerviosa y han establecido algunas categorías nuevas de TCA. Por ejemplo, para la anorexia nerviosa se incluye la restricción de la ingesta energética por debajo de los requerimientos, los criterios cognitivos (por ejemplo, el miedo a ganar peso) se asimilan a los cambios de conducta (perder peso) y la amenorrea ya no se considera un criterio de inclusión. La distorsión de imagen corporal es también un criterio diagnóstico. Para la bulimia nerviosa, el rasgo característico son los atracones de repetición que se acompañan de conductas compensatorias inadecuadas.
El tratamiento de un adolescente con TCA puede llevarse a cabo de forma ambulatoria, en hospitales de día, programas residenciales o ingresados en el hospital, en función de la gravedad de la enfermedad, de su duración y de las preferencias familiares.
Además de los tratamientos más clásicos, terapia cognitivo-conductual o psicoterapia individual, encaminados a modificar la percepción equivocada sobre la imagen corporal, se han experimentado nuevas terapias que tienen en cuenta la contribución genética y biológica en el TCA, pero también el papel de los cuidadores, que se consideran como aliados críticos en el tratamiento. Esta nueva modalidad se conoce como tratamiento basado en la familia o terapia familiar.
Este artículo es el tercero de una serie sobre la salud del adolescente publicados en la revista Pediatrics, órgano de expresión de la Academia Americana de Pediatría (el equivalente a nuestra AEP). Se trata de una revisión narrativa o de autor, justificada principalmente por la publicación de la versión más reciente del Manual DSM-5 sobre enfermedades psiquiátricas, en el año 2013.
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