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La principal manifestación clínica de la malaria es la fiebre, hasta tal punto que en zonas endémicas durante mucho tiempo, tener fiebre era considerado sinónimo de tener malaria.

Malaria clínica: episodios de malaria no complicada

Para cualquier especie de Plasmodium, el cuadro clínico está dominado por la crisis febril, o acceso palúdico, de aparición abrupta y que consiste en un cuadro inespecífico de malestar general inicial que se acompaña de una sensación intensa de frío, de menos de una hora de duración, junto con escalofríos. Poco después empieza el periodo caliente o febril, con un aumento rápido de la temperatura, que puede pasar de los 40 ° C. Este periodo puede durar hasta seis horas, y continúa con la aparición de un estado de somnolencia, sudoración profusa y abatimiento. El paroxismo, cuyo inicio suele ser durante el día, coincide con la ruptura de esquizontes sanguíneos y suele tener una duración de entre nueve y diez horas, encontrándose el paciente relativamente bien entre crisis.

La gran mayoría de los casos de malaria por P. falciparum y P. knowlesi, y la casi totalidad de los casos por las otras tres especies son malarias no complicadas, que se manifiestan por los paroxismos maláricos y se acompañan de sintomatología inespecífica.

Además de la fiebre, predomina el mal estado general, con mareos, cefalea, mialgias y dolor articular generalizado, con frecuencia descrito como “dolor corporal total”. En Pediatría predominan además los síntomas gastrointestinales y respiratorios, en general leves. Suele haber esplenomegalia.

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