Debido a que es muy frecuente que la depresión en niños y adolescentes pase desapercibida, se hace necesario que el pediatra y médico de familia en Atención Primaria posean la formación y conocimientos necesarios para poderla detectar y evaluar.
Esta necesidad se hace más relevante cuando existen estudios que señalan que más del 70% de los niños y adolescentes con trastornos depresivos no han sido diagnosticados correctamente ni, por tanto, reciben el tratamiento adecuado.
Las dificultades en la detección se asocian a que en niños y jóvenes la depresión puede presentarse principalmente con síntomas conductuales o molestias físicas más aparentes que la tristeza u otra sintomatología depresiva típica observada en los adultos. Además, es frecuente que ni los niños y jóvenes que la presentan ni sus padres, profesores, etc., identifiquen sus dificultades con el padecimiento de un trastorno depresivo.
Por ello, hay que prestar una especial atención a: niños y adolescentes que presenten quejas somáticas, especialmente si son recurrentes y no se explican por la presencia de otras dificultades; niños o adolescentes con problemas crónicos de salud, discapacidades físicas o del aprendizaje, que padecen otros trastornos psíquicos, o que presentan factores ambientales de riesgo, como por ejemplo acontecimientos vitales estresantes.
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