El neonato tiene la piel húmeda y se expone al aire ambiente, lo que puede suponer una pérdida de calor por evaporación. El enfriamiento del neonato tiene consecuencias clínicas negativas, como acentuar la acidosis preexistente o dificultar la eficacia de las medidas de reanimación, por lo que cobra especial importancia conservar la normotermia, considerando como tal una temperatura de 36-37 °C.
El mejor método para el mantenimiento adecuado de la temperatura corporal del neonato lo constituye el contacto piel con piel, el cual no solo contribuye al mantenimiento de la temperatura, sino que favorece el vínculo madre-hijo y aumenta el porcentaje de éxito de lactancia materna. En aquellos casos en los que no sea posible realizar contacto piel con piel por problemas del recién nacido, recurriremos a la estabilización de este bajo foco de calor radiante o el uso de colchones térmicos.
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